En John J. Pershing Elementary School, la diversidad es un superpoder.
Más del 80 por ciento de la población estudiantil se identifica como hispana. Y muchos se han mudado recientemente a Estados Unidos.
Los estudiantes traen consigo una gran variedad de vivencias, culturas, familias y talentos. Cumplir con las necesidades únicas de cada niño y a la misma vez celebrar su diversidad puede ser un desafío, pero los maestros y administradores dicen que es su vocación.
“Seguimos aquí, en la profesión, porque nos apasiona”, afirma María Fernández, maestra de cuarto grado. “Es nuestra vocación. Aunque podríamos estar en cualquier otro lugar, aquí nos quedamos”.
Un poco más del 10 por ciento de la población estudiantil es afroamericana, y el 1.2 por ciento es indígena. Casi el 4 por ciento se identifica como blanca.
Los maestros de Pershing son tan diversos como sus estudiantes.
Pershing de diferentes maneras. Algunos son nuevos maestros. Otros son veteranos, con más de 24 años de experiencia. Unos cuantos son exabogados, que siguieron su pasión por la educación como segunda profesión.La diversidad de la escuela, combinada con el compromiso de crear conexiones con los estudiantes y sus familias, son la clave para establecer un legado duradero de excelencia.
“Todos buscamos ante todo la excelencia académica. Pero no queremos olvidar que la base de esa excelencia está en las relaciones auténticas con los estudiantes —auténticas y diversas”, dijo Fernández.
Los estudiantes de Pershing obtienen constantemente altas calificaciones en los exámenes estatales STAAR. Al menos el 30 por ciento alcanzó el nivel de Maestría, lo que significa que se espera que tengan éxito en el siguiente grado o curso con poca o ninguna intervención académica. Además, los estudiantes obtuvieron puntuaciones altas en las categorías Cumple y Excepcional, con al menos un 62 por ciento y un 91 por ciento para cada categoría.
Estos resultados se deben en parte a los diversos estilos de enseñanza en los cuales los estudiantes tienen la oportunidad de aprender.
“Somos muy diversos: en nuestra forma de enseñar y en nuestra forma de ser”, afirma Fernández.
Por ejemplo, se dio cuenta de que a los estudiantes les faltaba confianza en sí mismos en cuanto al vocabulario e interés por la lectura cuando volvieron a la escuela después de la pandemia de COVID-19. Así que, para hacerlas más interesantes, incorporó el teatro a las clases de lectura utilizando marionetas y haciendo que sus alumnos montaran espectáculos para los más pequeños.
Ahora los estudiantes esperan con ansia estar en cuarto grado para poder jugar con las marionetas, dijo.
Rafael González, maestro de cuarto grado, llevó a su clase una mascota que no sólo ofrece un refuerzo positivo por buen comportamiento, sino que también les enseña a los alumnos a ser responsables.
“Es un sistema aleatorio el que decide quién se hace cargo de la mascota”, dijo. “A veces, es quien ha sacado la calificación más alta en los exámenes. Pero eso no es justo hacerlo todo el tiempo. Así que otra semana, es quien demostró más habilidades cívicas. A veces pienso que aprenden mejor con la mascota en el salón”.
En Pershing, los niños son más que estudiantes. Son personas, y los maestros se esfuerzan por crear buenas relaciones con todos y cada uno de los que entran por la puerta.
Como resultado, las encuestas a los estudiantes revelaron un índice de satisfacción general de un 91 por ciento, con estudiantes que se sienten seguros y valoran su experiencia educativa. Y cuando los estudiantes se sienten valorados, seguros y disfrutan del aprendizaje, se empoderan para tomar en serio la educación.
“Cuando creas conexiones con los alumnos, eso es lo que les hace sentirse seguros y valorados”, dice Brooke Rivera, maestra de tercero y cuarto. “Ven que al maestro le importa algo más que el que saquen nivel de Maestría en el examen”.
Aunque Pershing sigue los protocolos de seguridad del distrito, Lourdes Morales-Figueroa, directora de Pershing, dice que una cultura de seguridad es mucho más que tener sistemas establecidos.
“La seguridad es un sentimiento de amor, respeto y valor. Pero también es el lugar donde un estudiante puede ir y saber que no le va a pasar nada, especialmente cuando tienes recién llegados que llevan tres o cuatro meses viajando por la selva”, dijo.
Una parte esencial de la cultura de excelencia es la participación de los padres.
“La presencia de los padres es esencial. Nosotros solos no podemos hacerlo”, afirma Morales-Figueroa. “Su aportación, sus esfuerzos y su participación son fundamentales”.
Los padres hacen todo lo posible por asistir a las conferencias. Y cuando la escuela organiza eventos, los padres llenan los pasillos, dijo González.
“Tenemos que dar la bienvenida a todos en la escuela, y los padres están incluidos en eso”, dijo.
Rivera está de acuerdo.
“Los padres quieren venir. Sienten que los tomamos en cuenta. Nos sabemos sus nombres y sus circunstancias”, afirma.
Su consejo para los maestros que se esfuerzan por conseguir su propio modelo de excelencia en sus escuelas es mantener la alegría en la enseñanza.
“Los maestros de aquí tienen su propia personalidad y son geniales a la hora de transmitirla a sus estudiantes. Cuando vengo a trabajar, lo disfruto”, afirma. “Enseñar puede ser duro a veces, pero hay que encontrar lo que te hace feliz y disfrutarlo”.