Con solo 1.50 metros de altura y 43 kilos de peso, Alexa R. podría ser subestimada a primera vista, pero sus oponentes aprenden rápidamente que eso sería un error.
Durante cuatro años, construyó una legado récord en el deporte de lucha en Hillcrest High School.
Conocida como ‘Mighty Mouse’ por sus compañeros de equipo, Alexa es tres veces campeona distrital, dos veces campeona regional, cuatro veces clasificada al campeonato estatal, y posee el récord histórico de victorias en la escuela con 181 triunfos, tanto en los equipos masculino como femenino.
Su camino comenzó de manera inesperada. Mientras buscaba entrenamientos de baloncesto, Alexa y un amigo se toparon con el salón de lucha.
“Él tenía miedo de entrar solo, así que me arrastró con él”, contó. “Y así empezó todo.”
Ese momento fue el inicio de un recorrido que definiría su experiencia en la preparatoria. Aunque su técnica y habilidades aún se estaban desarrollando en su primer año, su entrenador, Randall Balch, dice que su determinación era innegable.
“Su talento ha crecido enormemente,” afirmó. “Desde la primera vez que pisó el tatami hasta la última, nunca dejó de mejorar.”
Alexa nunca permitió que su tamaño, ni el escepticismo que enfrentaba como mujer en un deporte dominado por hombres, la detuvieran. Ha escuchado comentarios y miradas de duda, pero su fe en sí misma siempre pesó más que las opiniones ajenas.
“Una vez que dejas que la gente dicte quién eres, que digan cosas negativas sobre ti y permites que eso te consuma, creo que eso es lo peor que puedes hacer en este deporte,” dijo. “Así que les doy la espalda. Sé lo que estoy haciendo y tengo confianza en mí misma.”
Su fortaleza no es solo física. Alexa se apoya mucho en su fe. Antes de cada combate, escucha música góspel y recita su versículo bíblico favorito:
“Yo te pido que seas fuerte y valiente, que no te desanimes ni tengas miedo, porque yo soy tu Dios, y te ayudaré por dondequiera que vayas.”
Josué 1:9 es un versículo que su abuela le enseñó cuando era niña.
“Ella me dijo: ‘cuando las cosas se pongan difíciles o estés nerviosa, repite esto porque Dios siempre está contigo’,” dijo. “Esta frase se quedó conmigo, y me da paz.”
Alexa espera que el legado que deja en Hillcrest inspire a los estudiantes a entender que nunca es tarde para perseguir sus sueños; con suficiente corazón y trabajo duro, es posible llegar a lo más alto.
Ese mensaje es especialmente significativo para la próxima generación de niñas en la lucha. Cuando Alexa se unió al equipo, había solo unas pocas chicas. Hoy en día, hay más de 20. Ella se enorgullece de ser parte de ese cambio, y espera que su historia anime a más niñas a unirse al equipo.
En otoño, Alexa continuará luchando con una beca deportiva en Texas Woman’s University, donde está considerando estudiar psicología. Sus sueños incluyen convertirse en campeona de la NCAA, formar parte de un equipo mundial, y eventualmente regresar a Hillcrest como entrenadora junto a su actual entrenador. Su meta final es retribuir a la comunidad que la formó, haciendo que el deporte que ama sea accesible para todos.
Al reflexionar sobre sus cuatro años, Alexa dice que lo que más extrañará son las personas: sus compañeros que se convirtieron en familia, y el entrenador que nunca se rindió con ella.
“Voy a extrañar más al entrenador Balch. Hemos tenido altos y bajos, pero siempre ha estado en mi esquina, no solo para entrenarme, sino para apoyarme en todo, incluso fuera del tatami.”
Alexa R. es prueba de que incluso los competidores más pequeños pueden dejar el legado más grande.