De niño en el pueblo rural de Isabela, en la costa de Puerto Rico y en la década de los noventa, siempre estaba listo para una aventura con mis hermanos y mis amigos. Juntos descubríamos nuevos caminos y arroyos, recogíamos conchas y vidrio del mar en la playa y explorábamos los arrecifes de coral tropicales. Estas experiencias se volvieron la fundación de mi gusto por el descubrimiento y el asombro.
Mi mundo estaba lleno de maravillas, y yo trataba de descifrarlo todo, de ver qué o quién me consolaría, y qué o quién haría lo contrario, o las dos cosas a la vez. En retrospectiva, puedo sentir aquella energía que iban consumiendo la preocupación, la ansiedad y el miedo, porque a cada paso que daba, me decían que me debía portar “como hombre”. Cómo cargaba mis libros en la escuela. Cómo sostenía la pierna de pollo a la hora de cenar. Por pasar demasiado tiempo con las chicas en el recreo. Por no sentarme o pararme “como hombre” en la iglesia. Por no tener los juguetes que “debía” tener. “¡Pórtate como niño!”; “¡siéntate como hombre!”.
Tuve que desarrollar muy pronto la capacidad de predecir si alguien me iba a regañar o si venía una burla para evitar los “consejos” incómodos y degradantes que me daban los adultos o que mis compañeros me trataran mal. A lo largo de los años, interioricé que me iría mejor si complacía a todo el mundo. Me importaba la opinión de los demás más que lo que yo pensaba de mí mismo.
Como no sabía poner los debidos límites, pasé al menos 15 años de mi vida cuestionándome, tal como la actriz y autora Viola Davis relató en su libro de memorias: “¿Soy suficiente? ¿Valgo como persona? ¿Soy merecedora? ¿Merezco amor? ¿Importo?”. Aprender a vivir en el clóset te pasa factura, particularmente a nivel emocional. No fue hasta que fui a la universidad que realmente emprendí el difícil pero gratificante camino al amor propio, la curación y la gratitud.
Transformado por la educación
Mi instinto de explorar y entender nuevas cosas impulsó mis estudios en la Universidad de Puerto Rico, en San Juan, donde obtuve mi licenciatura en Ciencias Sociales. Como estudiante de pregrado, tomé cursos de Geografía Humana, Geopolítica y estudié portugués brasileño y las lenguas y culturas del mundo lusófono. En el posgrado, me enfoqué en la lingüística, las influencias de la diáspora africana en el Caribe, la compleja historia del neocolonialismo, la lengua y la identidad en Puerto Rico y la adquisición de idiomas. Estos intereses me llevarían con el tiempo a mi profesión como maestro de lenguaje dual en Dallas ISD, donde recientemente tuve el honor de ser reconocido como maestro del año de escuelas de opción y magnet.
En la universidad, pude adquirir una comprensión profunda de los elementos comunes y las dimensiones colectivas de la experiencia humana en la sociedad. Mientras evolucionaban mis valores y aspiraciones, trabajé como voluntario en un programa de alfabetización para adultos en San Juan. Mi abuela era analfabeta —su firma era la letra X— así que yo había crecido con alguien que no sabía escribir o leer, y ahora estaba ayudando a otras personas a hacerlo.
Los participantes me inspiraban cada vez que compartían con nosotros sus logros. Decían, por ejemplo: “¡Pude escribirle una carta a mi familia en la República Dominicana!” o “Pude entender los descuentos en el supermercado”. Fue entonces que presencié por primera vez realmente lo que significa “saber es poder”. La experiencia me llegó al corazón. No sospechaba que sería un antes y un después en mi vida profesional.
El camino a Dallas ISD
Con mi título en mano y algo de experiencia, me sentía seguro y lleno de fe, tanto así que después de entrevistarme con el equipo de contratación de Dallas ISD, reservé tanto el examen de incorporación como el vuelo a Dallas al mismo tiempo. Mis familiares pensaban que estaba demasiado confiado y desaprobaron lo que hice, pero, si bien sus comentarios y consejos venían con buenas intenciones, sabía que lo lograría de alguna manera. Así es que tomé el examen y me subí al vuelo la mañana siguiente. Una vez en Dallas, recibí los resultados, y empecé el programa de certificación alterna para docentes.
Eso fue en junio de 2017. La capacitación empezó ese verano y terminó para el siguiente. Fue dirigida por la Dra. Delores Seamster, e incluyó teoría, prácticas experienciales, aprendizaje práctico y observaciones en clase. Desde luego, en el campo de la educación, sabemos que la verdadera capacitación comienza una vez que recibes la lista de estudiantes y los ves entrar en tu salón.
Entrevisté para un puesto de maestro con varios directores del distrito y recibí comentarios como “Jonatan, tienes mucha energía y entusiasmo, pero te falta experiencia. Te deseo suerte”. Esa suerte llegó con las señoras Ruby Ramírez y Felicia Cook. Después de dos rondas intensivas de entrevistas, me ofrecieron un puesto como maestro bilingüe de segundo grado.
Con la guía de la Sra. Ramírez, la entonces directora de la escuela ahora conocida como Bishop Arts STEAM Academy, y la Sra. Cook, la entrenadora académica de la escuela, mis habilidades mejoraron con rapidez. Sus sugerencias eran inmediatas, fáciles de entender y contextualizadas para el salón, y celebraron cada logro que alcanzaba. Fue una bendición para mí que vieran mi compromiso y habilidades de liderazgo, y que sigan ayudándome a fomentarlos ahora como directora ejecutiva de la Oficina de Transformación e Innovación y de las escuelas magnet, y coordinadora magnet en School for the Talented and Gifted in Pleasant Grove (STAG), respectivamente.
Liderazgo académico
Enseñé en Bishop Arts por dos años, segundo y tercer grado, antes de irme hace cuatro años a STAG. Luego de dos años como maestro de cuarto grado ahí, ahora doy clases de sexto y séptimo grado de lenguaje dual, lo que incluye gramática, aprendizaje sobre las partes del idioma y redacción narrativa.
Pero mi trabajo no acaba con la jornada escolar. A lo largo de los años, he trabajado con el Departamento de Lenguaje Dual ESL como facilitador y copresentador en capacitaciones de maestros, en una variedad de iniciativas del distrito. Me he desempeñado como líder de varios comités del distrito y de escuelas, he capacitado a maestros sobre las mejores prácticas del lenguaje dual y los objetivos estatales de conocimiento y habilidades esenciales (TEKS) y me han seleccionado para elaborar planes de estudio y evaluaciones del distrito. Y trato de inculcarles mis habilidades de liderazgo a los estudiantes.
En mi escuela empezamos el Owl Student Leadership Club, así nombrado por la mascota escolar del búho. Colaboramos con el Comité de Magnet y Reclutamiento y ofrecimos a los estudiantes la oportunidad de participar como embajadores en eventos de reclutamiento. No sospeché que los estudiantes albergaran un deseo de enseñarles lo mejor de su escuela a las familias y estudiantes que posiblemente asistirían en el futuro. Ellos los llevaban a los recorridos las noches que las familias venían a conocer la escuela. Todos se iban impresionados, los embajadores se sentían muy felices de poder representar a su escuela y los padres agradecían que sus hijos tuvieran la oportunidad de ser líderes.
Recibí a la mayoría de estos estudiantes en cuarto grado cuando ingresaron a STAG. Hoy, tengo el honor de ser su maestro de nuevo en sexto y séptimo grado. A algunos que eran muy tímidos los he visto transformarse en líderes talentosos. Estos son algunos momentos que comparto con mis colegas. Momentos que son prueba de cómo se crean líderes para nuestra democracia. Los estudiantes se enorgullecen de ello, y yo también.