Antes de que Hamersen B. se mudara de Etiopía a Dallas a los 14 años, un día normal en su vida consistía en pasear en bicicleta por su pueblo, ir a la escuela y enseñar a otros niños a montar en bicicleta para ganarse su almuerzo. Hoy en día está a punto de graduarse de W.T. White High School, y le espera un futuro brillante para convertirse algún día en cirujano y viajar por el mundo.
Hamersen siempre soñó con hacer cosas grandes, pero no estaba seguro de cuál sería su camino hasta que conoció a su maestro del Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva Juvenil (JROTC), el mayor Nebyou Yonas. Gracias a la motivación y la ayuda de su instructor, Hamersen aceptó la oferta de estudiar biología y premedicina en West Point, la academia militar de los Estados Unidos.
“Esto cambió por completo mi futuro. Nunca pensé que estaría en el ejército. Nunca tuve ni idea de lo que iba a hacer en este país, para ser sincero. Fue muy difícil. Sólo me concentraba en aprender inglés. Ni siquiera tenía pensado ir a la universidad, pero entré a ROTC por el instructor. Él también es de Etiopía, y me gustó tener a alguien que hablara mi idioma”
La conexión personal de Hamersen con el mayor Yonas fue inesperada, y le dio una prueba de una carrera profesional que aún no había imaginado. Pronto se enteró de que él y su maestro habían crecido en el mismo pueblo e incluso habían aprendido a nadar en el mismo lago. Y que migraron a Estados Unidos a la misma edad. Después de enterarse de todo lo que tenían en común, Hamersen se convenció de que podría lograr sus metas.
“Siempre quise tener un futuro lleno de aventuras, una vida llena de aventuras. El mayor Yonas ha viajado por todo el mundo. Yo también quiero ser así”, explicó Hamersen.
Una nueva vida a 9000 millas de distancia
Cuando se mudó a Dallas, Hamersen hablaba oromo y amárico, y perfeccionó su inglés viendo la serie de televisión Friends. En tan solo dos años completó su aprendizaje del idioma, pero seguía sintiéndose nervioso al hablar en inglés con los demás.
Un año después de entrar a 7º grado, pasó a 9º, después de haber cursado sólo dos meses como estudiante de 8º gracias a su rápido progreso. Aun así, dice: “Era el niño más callado de todos. No hablaba”.
En la preparatoria, encontró su camino. Formar parte del ROTC le ayudó a sentirse conectado y con un propósito. Se volvió más disciplinado y comprometido, sabiendo que su participación en el grupo lo acercaría a sus futuras metas. También juega fútbol y practica atletismo.
“Aquí hay diferentes tipos de personas: tengo la oportunidad de aprender sobre muchas culturas en una sola escuela. Puedo aprender sobre la cultura hispana y la cultura estadounidense en general. Tengo amigos de diversos orígenes, lo que es lo mejor que me ha podido pasar. Ahora hasta ya entiendo un poco de español”.
El camino hacia el éxito
Durante la pandemia, Hamersen realizó una investigación sobre varias academias militares y decidió estudiar medicina para ser cirujano porque le gusta trabajar con las manos. Y la especialidad que ha elegido corre por sus venas: Su padre es director de ciencias ambientales en un importante hospital de Etiopía y su madre trabaja en una farmacia.
Ser cirujano no es su única meta. Aunque en su país hay buenos cirujanos, Hamersen dice que Etiopía y otros países africanos podrían beneficiarse de mejor instrumental médico. Por eso le gustaría trabajar duro e invertir su dinero en tecnología nueva y avanzada para mejorar el sistema médico.
“Mi principal objetivo es planear mi futuro”, dice sobre su trayectoria profesional. “Tengo un plan a 30 o 40 años que hice con mi mamá, así que espero poder cumplir mis metas. Mi segundo objetivo es tener un futuro lleno de aventuras, así que estoy dispuesto a correr cualquier riesgo”.