Ana Casas Sanmartín, maestra de geometría en Woodrow Wilson High School, estaba hace poco en su salón cuando uno de sus exalumnos, Aarón Castro, se le acercó y le alegró el día. Le dijo: “El año pasado fue la primera vez que entendí las matemáticas. Realmente estaba batallando. No las capté hasta que llegué a su clase”. Y agregó: “Ahora me encantan los ángulos”.
Para Casas, la enseñanza se trata de eso: ayudar a los estudiantes a triunfar y estar orgullosos de lo que pueden lograr. Tanto sus colegas como los estudiantes conocen su pasión.
“Su dedicación a los estudiantes es innegable, y sus intenciones han resultado en una cultura escolar en que ellos se sienten a gusto y activos en su aprendizaje”, dijo Anne Marie Light, líder de un grupo de maestros en Woodrow Wilson. “Muchos estudiantes sienten que las matemáticas son inalcanzables y tienen poca confianza en sus habilidades con ellas, pero la Sra. Casas lo simplifica para que puedan entender. Puedo decir con seguridad que conoce a todos sus estudiantes y lo que necesitan personalmente para tener éxito”.
Pero esas conexiones con los estudiantes no siempre fueron tan fáciles para Casas. Empezó como maestra por primera vez en 2010 en España, donde nació y creció. No fue hasta el 2012 que vino a Texas con un programa llamado Visiting Teachers. Dijo que su primer año en Estados Unidos fue “bastante difícil”, pues tuvo que lidiar con diferencias culturales para conocer bien a sus estudiantes y para aprender a crear un entorno educativo seguro e interesante para ellos, pero esas lecciones las lleva consigo desde entonces.
“Quiero que sepan que ellos son los protagonistas del año escolar”, dijo Casas. “Son ellos los que van a aprender y tener esos momentos de claridad, y van a batallar y aprender de sus errores. Es difícil porque tienen que poner de su parte, pero también sienten la gratificación de resolverlo ellos solos. Es muy gratificante al final del día”.
Algunas de las estrategias que usa para preparar un entorno educativo exitoso en su salón incluyen expectativas claras, establecer rutinas y enfatizar la comunicación para saber cómo ayudar a los estudiantes. También incorpora actividades en grupos pequeños donde los estudiantes pueden aprender el uno del otro mientras dominan su práctica independiente.
Al comenzar cada año escolar, Casas llega con un plan. Aún recuerda a los maestros que tuvo de niña que se aprendieron su nombre y conectaron con ella, así que siempre se propone aprenderse el nombre de cada estudiante dentro de las primeras dos semanas del año. Desarrolla aquellas conexiones dándoles a los estudiantes espacio para compartir sobre sus vidas con los proyectos que hacen cada nueve semanas.
Tener una hija solo ensanchó la pasión que siente Casas por empoderar a sus estudiantes. Nació en 2021 con espina bífida, y a Casas le ha encantado verla crecer y alcanzar hitos a pesar de los obstáculos que tiene delante.
“Es algo que veo en los estudiantes también”, dijo Casas. “Tener a mi bebé también me ha hecho pensar en lo importante que es apoyar a mis estudiantes, sobre todo a los que están batallando. Quiero que sepan que son capaces y que pueden lograrlo si se esfuerzan. Eso es algo que debemos decirles, que lo valen mucho”.