No soy corredor- más bien, ya no soy corredor. Hoy en día, mis carreras se limitan a una caminadora en un gimnasio con aire acondicionado en mi complejo de apartamentos. Y no corro mucho. Dos millas es lo máximo, en un buen día.
Por eso, cuando llegué a la marca de dos millas de la carrera de 5 kilómetros del Superintendente, estaba cansado y sin aire. En ese momento, la carrera no era nada divertida (como lo habían prometido en los comerciales del evento).
Hubo un aspecto de la carrera que no había considerado y que simplemente representó el espíritu de mi inspiración. Durante toda la ruta, había personal y voluntarios del distrito aplaudiendo y gritando porras para los corredores. Había porristas cantando y voluntarios con vasos de agua para los corredores; además del personal que encontré en cada vuelta motivándome a seguir.
Lo más inspirador fueron los mismos corredores. Fue grandioso escucharlos motivándose y recordándose unos a otros las razones por las que estaban en la carrera. Recibí y di muchas palmadas de aliento en la carrera- todas acompañadas por la frase “Muy bien” o “Sigue adelante.”
Casi al final de la carrera, cuando estaba más fatigado, sonreí al pensar que esta carrera de cinco kilómetros realmente era un evento divertido. No se trataba del tiempo que tardaría en terminar, ni tampoco de la carrera en sí. Después de todo, la mayoría de los participantes, tampoco eran “corredores.” Estaban ahí para apoyar a los niños y recaudar fondos para becas para algunos de nuestros egresados. El evento fue un buen ejemplo del apoyo que nuestros estudiantes y nuestro personal brindan y reciben a diario. Los maestros, miembros del personal, estudiantes, padres y demás miembros de la comunidad corrieron juntos y se apoyaron mutuamente.
Y al llegar a mi última vuelta, murmullé para mí mismo y para todos los demás participantes, “Muy bien; sigue adelante.”