Resumen en español del artículo publicado en la revista Advocate
Alumnos sobresalientes: En ocasiones, las lecciones más difíciles se aprenden fuera del salón de clases
Mario Ramírez, alumno de 12º grado de Woodrow Wilson High School, jamás pensó que sería bailarín y mucho menos que asistiría a la Universidad de Texas en Austin, para estudiar danza.
“Tengo miedo,” admite con una risa. “Yo ni siquiera tenía planeado ir a la universidad, pero voy gracias al baile. Es increíble como el baile me ha ayudado como persona.”
Y todo empezó como un accidente.
“Yo quería estar en atletismo,[en Alex W. Spence Talented and Gifted Academy],” explicó, “pero se equivocaron en mi horario, y me pusieron en clase de danza.”
Desde que Ramírez era niño, ayudarle a su mamá, ha sido su motivación número uno.
“Mi madre es la base de mi vida,” dice. “Mi madre es lo que me ha motivado a seguir adelante, no solo en el baile, sino en todos los aspectos de mi vida.”
Cuando Ramírez era pequeño, su madre y él eran maltratados por su padre alcohólico. Aunque Ramírez tiene algunos recuerdos de su padre llevándolo al parque y a Burger King, lo que más recuerda es cuando huía y se escondía de su padre. Hasta tiene una cicatriz debajo de un ojo, a causa de la hebilla del cinturón de su padre.
“Llamábamos a la policía y lo mandaban a la cárcel, y cuando salía, regresaba, se disculpaba y decía que todo iba a cambiar,” dice Ramírez. “Eso es lo que recuerdo de él.”
Cuando Ramírez tenía 5 años, dejaron a su padre y se escondían de él cambiando escuelas regularmente. Su madre mantenía a Mario y a su hermano menor vendiendo tamales, pero siempre tenían problemas económicos.
“Mi mamá quería darnos todo,” dice Ramírez. “Íbamos a la escuela y ella trabajaba y trabajaba y trabajaba. Y yo veía lo cansada que estaba, y eso tenía un impacto enorme en mí. Quiero que mi mamá esté saludable.”
Cuando Ramírez fue aceptado en la Academia Spence TAG en cuarto grado, la familia pudo dejar de mudarse de vecindario tan a menudo. Ahí fue donde Ramírez se enamoró del baile y consideró solicitar un lugar en Booker T. Washington, pero su maestro de danza le aconsejó que considerara Woodrow.
En un festival, vio al equipo de danza de Woodrow hacer un baile de flamenco que llamó su atención.
“Recuerdo que vi todo de rojo.” “Cuando veo el rojo pienso en pasión y fuego y todo lo que es fuerte. Había admiradores, y baile y cultura- todo eso.”
Aparte de la clase que tomó en Spence, Ramírez nunca había tenido clases formales de baile cuando empezó a practicar con la maestra de danza de Woodrow, Lisa King.
“Estaba teniendo problemas con mis calificaciones y no tenía mucha disciplina. Tengo que agradecer a la maestra King que me alentó. Me dijo que si no aprobaba mis clases, no podría bailar. Eso me aterrorizó.”
También tuvo dificultad para encontrar su identidad. En 10º grado, se escondía tras una melena larga que se alaciaba a diario. Su cicatriz le avergonzaba mucho aunque casi no se nota.
“Confianza en mí mismo y una base para sentirme orgulloso, eso me faltaba,” dice Ramírez. “Llegue a la preparatoria con personas que estaban orgullosas de bailar. Yo quería eso.”
Comenzó participando en bailes folclóricos y aztecas, que le enseñaron acerca de sus raíces hispanas. Se enorgulleció de su cultura mexicana, “no solo porque conocía mis raíces y las reconocía, sino porque apreciaba a mis ancestros,” explicó.