“¡Lo estoy haciendo!”, exclamó Isabella G., de segundo grado, mientras iba en su bicicleta por primera vez sin las rueditas posteriores de apoyo.
Isabella es parte del club de ciclismo de Bishop Arts STEAM Academy desde hace algunos años y su logro refleja la razón de existir del club, el cual ha empoderado a los estudiantes y fortalecido la comunidad durante los últimos cuatro años.
El club empezó cuando una organización donó bicicletas a los alumnos de segundo grado, con lo cual se reveló que muchos nunca antes habían montado bici. Vista la necesidad, la directora Ruth Román-Meza y el entrenador Eric Benson crearon el club de ciclismo.
“Como la escuela se ubica en un área que no era apta para andar en bici, sabíamos que tendríamos que crear la oportunidad para los estudiantes, y así fue como comenzó el club”, dijo Román.
Cada sábado, si hace buen tiempo, el personal y unos voluntarios transforman el estacionamiento de la escuela en un curso de ciclismo donde los estudiantes montan bici sin importar cuánta experiencia tengan.
“Les brindamos un ambiente seguro donde pueden practicar, volverse más seguros y aprender a obedecer las reglas de la vía”, dijo Benson.
Antes de subirse a una bici, los estudiantes deben participar en lecciones de seguridad que cubren señalización vial, cuidado con los peatones y evasión de obstáculos. Los padres también han visto resultados.
Uno de ellos, el Sr. Reidy, agradece que el programa ayuda a su hija a ser más atenta y confiada. “Creo que el mayor beneficio es que mi hija está aprendiendo seguridad al andar en bicicleta. Está consciente de los carros y de su alrededor”.
Participar en el club de ciclismo es un privilegio que los estudiantes toman en serio. Los maestros han visto su efecto de primera mano ya que los estudiantes se esfuerzan por mejorar su asistencia y rendimiento académico para poder permanecer en el programa.
Más allá del éxito en el salón, el club fomenta una gran sensación de comunidad, pues los padres y el personal los acompañan cuando salen a andar y ayudan a organizar el club.
“Vienen conserjes, maestros y padres para que todos los niños que quieran andar en bici lo puedan hacer”, dijo Román. “Cuando salimos al club, ya no soy la directora, sino la maestra de ciclismo”.
Aquellos que no tienen una bici o un casco no se quedan atrás, pues la comunidad toma cartas en el asunto a través de la PTA, donaciones o incluso contribuciones del personal para que así, cada uno de los estudiantes pueda tener esta experiencia.
“Ver a las familias participar y que la comunidad se reúna lo hace todo muy especial”, dijo Benson.
Más allá del estacionamiento, el club se va de excursión ocasionalmente para explorar nuevas ciclovías y lugares notables, tal como una librería donde pueden leer un cuento o una iglesia cercana donde los feligreses les ofrecen paletas. El club también ha podido representar a la comunidad en desfiles como el de Mardi Gras y el del Cinco de Mayo.
Para Isabella y muchos otros, el club no solo se trata de aprender a andar en bici, sino de crecimiento, pertenencia y la alegría que uno siente en el camino.