Un mentor es alguien que te capacita a ver tu potencial y hace renacer la esperanza que llevas dentro. Eso es lo que llevó a Gerardo González Gómez, especialista en instrucción del Departamento de Lenguaje Dual, y a Isaac Nkurunziza, quien alguna vez fue su alumno, a colaborar en una organización que está marcando la vida de muchas personas.
Nkurunziza, que estaba en la clase de inglés como segundo idioma de González Gómez en Bryan Adams High School Leadership Academy, estudia ingeniería mecánica, pero no es el típico alumno universitario. A los 23 años, puso en marcha la Dream Nziza Foundation, la cual se dedica a empoderar a los niños que viven en zonas rurales de Ruanda ayudándoles a mejorar sus competencias en inglés y facilitándoles el acceso a materiales educativos importantes y a los uniformes que necesitan para triunfar. La fundación también se asegura de que los niños estén alimentados.
Este verano, durante una semana, un equipo de siete educadores, entre los que se encontraba González Gómez, se dedicó a enseñar inglés en una pequeña escuela del pueblo de Kanzenze, en Ruanda.
“Más allá de las aulas, hemos tenido un impacto duradero a través de la fundación, proporcionando a los alumnos uniformes nuevos, materiales escolares esenciales y comidas diarias para ayudarles a lo largo del próximo curso escolar”, afirma González Gómez. “La experiencia fue muy gratificante y una profunda lección de humildad”.
Añadió que le sorprendió entrar por primera vez en el aula en la que iba a dar clase.
“El calor era intenso, un nido de avispas se aferraba al techo y los escritorios estaban viejos y desgastados y eran de madera tosca”, dijo. “Era un marcado contraste con las aulas a las que estamos acostumbrados en Estados Unidos”.
Pero en cuanto empezó a enseñar, todas esas preocupaciones se esfumaron. Las brillantes sonrisas y las ganas de aprender de los alumnos lo cautivaron, dice.
“Esto me hizo olvidar todo lo demás mientras me sumergía en la alegría de enseñar y conectar con ellos”, dijo.
También le conmovió la forma en que la comunidad cuidaba de los maestros. Las familias enviaban a los educadores mensajes por WhatsApp preguntándoles si habían comido o si necesitaban algo.
González Gómez recuerda cuando un joven Nkurunziza llegó por primera vez al distrito desde Ruanda en 2017 y no hablaba inglés. Dice que lo ha visto convertirse en un alumno resoluto al que le apasiona tener un impacto positivo en la comunidad.
A medida que conocía mejor los objetivos y la misión de la Fundación Dream Nziza, González Gómez se sintió más motivado para involucrarse.
“Para mí, como educador, forma parte de mi naturaleza apoyar a los demás y hacer una diferencia en nuestras comunidades”, dijo.
“El Sr. González es mi héroe,” dijo Nkurunziza.
Atribuye a González Gómez el haberle despertado la confianza necesaria para perseguir la dirección de sus sueños, incluida la creación de su fundación.
“Te sientes muy bien cuando ayudas a los demás”, dijo Nkurunziza.
Visitó Ruanda en 2023 y canceló las facturas médicas de 130 personas. Dijo que lo logró trabajando duro y utilizando el dinero que ganó en sus prácticas.
“Pero la idea surgió cuando volví de Ruanda, y decidí que realmente quería mostrar al Sr. González y a mis otros amigos aquí en Estados Unidos cómo mi país ha pasado de ser el país del genocidio donde ocurrieron horrores hace 30 años a cómo está ahora”, dijo Nkurunziza.
Ahora, Ruanda es uno de los países más seguros de África, y dijo que quería que sus amigos aprendieran más sobre ese continente.
González Gómez dijo que fue una experiencia que cambió su vida. Dijo que uno de sus recuerdos favoritos fue cuando los alumnos leyeron el cuento titulado “El niño que domó el viento”. Los alumnos construyeron pequeños molinos de viento como forma de participar plenamente en la lectura, dijo.
Otro momento memorable fue cuando Nkurunziza invitó a todo su equipo y a los padres a unirse a la distribución de uniformes.
“Era la primera vez que yo diría que todos los alumnos llevaban uniforme, y sus sonrisas eran radiantes. Sus familias estaban tan agradecidas”, dijo González Gómez.
Nkurunziza dijo que cuando empezó a planear el viaje a África y a reclutar a los maestros voluntarios, no sabía hasta qué punto iban a influir en esa comunidad ruandesa.
Vio un cambio en la forma de pensar de los padres. Vio que los padres utilizaban sus recursos para comprar un cuaderno a sus hijos, en lugar de gastarlos en otra cosa.
“Lo que me sorprendió es hasta qué punto los padres están ahora dedicados a que sus hijos e hijas alcancen sus objetivos educativos”, afirmó.
Nkurunziza y su equipo lograron ayudar a 300 estudiantes.
El equipo ya está planeando volver a Ruanda con un grupo de educadores el próximo verano y seguir construyendo un legado conforme el programa siga creciendo.
“Si hay algo que he aprendido es que llegará un momento en el que no estaré sobre la faz de la tierra, pero mis recuerdos, las personas a las que les he restaurado la esperanza habrán valido la pena”, dijo. “Cuando se restaura la esperanza en una persona, para mí, no tiene precio”.
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