Hace unas semanas, Andrea T., alumna de último curso de Hillcrest High School, consultó su correo y se sorprendió al encontrar una notificación de la Universidad de Harvard. Unos minutos antes había recibido una carta de rechazo de la Universidad de Brown, pero pensó: “Voy a ver qué dice Harvard”.
Cuando abrió el correo electrónico, apenas podía creer lo que veían sus ojos: un mensaje animado que decía “Felicidades” apareció ante ella. Había sido aceptada en una de las universidades más prestigiosas del mundo.
“Recuerdo que mi tío me comentó: ‘Creo que no te has dado cuenta de lo enorme que es esto'”, dijo Andrea. “Harvard siempre me pareció un sueño. Todavía no siento que sea verdad y estoy segura de que no lo sentiré hasta que pise el campus como estudiante”.
Andrea, quien nació y se crio en Camerún, África, pasó los primeros 13 años de su vida soñando con ser médica, profesora o arquitecta. Una cosa estaba clara: quería cambiar la visión tradicional de que las niñas deben casarse sin más. “Mi objetivo era llegar a ser tan poderosa que pudiera responder [a esa creencia]y cambiar los estereotipos”.
Hace cinco años, los padres de Andrea, Jean-Claude y Ndjandja, tomaron la difícil decisión de trasladarse a Estados Unidos para dar a sus cinco hijas una vida mejor. No fue una transición fácil, ya que venían de un país con una cultura y un idioma diferentes. Pero, a pesar de ello, los padres de Andrea nunca dudaron de que era la decisión correcta.
“Lo mejor que puedo hacer por mí mismo es dar a mis hijas la oportunidad de vivir lo mejor que puedan”, dice Jean-Claude. “Me aseguraré de que siempre puedan contar conmigo para que puedan dar prioridad a su educación. Lo único que tienen que hacer es ir a la escuela”.
Adaptarse a la vida en Estados Unidos no fue fácil para Andrea. Al reflejar sobre sí misma hace cinco años, admite que era muy tímida. Sin embargo, puesto que ya era muy alta desde chica, la animaron a unirse al equipo de basquetbol y gracias a eso empezó a sentirse más segura de sí misma. Ahora, cinco años después, es la capitana del equipo, donde la apodan cariñosamente “Mama Drea”.
“El basquetbol me ayudó a conectar mejor con mis compañeras y a mejorar como estudiante”, dice Andrea. “Mi primer año fue una mala experiencia porque no hablaba inglés y no sabía jugar. Pero mis entrenadores y compañeras me ayudaron a darme cuenta de que no se trata solo de uno, sino del equipo; todo lo que hace uno afecta a otra persona. Eso me ayudó a amar el basquetbol”.
Durante su tiempo en Hillcrest, Andrea puso en práctica una de las lecciones fundamentales que le impartió su padre: dejar siempre su huella allá donde vaya. De forma similar a su transformación dentro de la cancha de basquetbol, sus profesores notaron una transformación
completa de su carácter. De ser una chica inteligente pero tímida en su primer año, pasó a ser una auténtica y capaz estudiante líder que cuya compañía buscan los demás.
“Su ética de trabajo y su perseverancia son un gran testimonio para nuestra escuela”, dijo el director Terrence Florie. “Estaba hablando con otro estudiante y le mencioné que tenía una entrevista con uno de nuestros alumnos que había entrado en Harvard, y me dijo: ‘¡Sí, Andrea entró a Harvard! Todos los chicos están muy emocionados por ella”.
La familia y los profesores de Andrea nunca dejan de mencionar su determinación y su necesidad de trabajar siempre duro para conseguir sus objetivos. Shawnetta Murray, ahora subdirectora de Hillcrest, recuerda que Andrea es la única alumna que conoce que ha pedido pasar del programa de preparatoria tradicional al de la academia universitaria.
“Es una persona muy motivada y sabe lo que quiere hacer. Eso no se encuentra muy a menudo: una estudiante de noveno curso con esos objetivos en mente”, dice Murray.
Al pasar de Hillcrest a Harvard, Andrea reconoce que sus profesores de secundaria le proporcionaron las herramientas y las lecciones necesarias para ser admitida y triunfar en la universidad.
“Al principio, estaba preocupada porque otros jóvenes compartían que eran capitanes de tal cosa o que participaban en un club determinado, y yo no tenía nada de eso”, dijo Andrea. “Sin embargo, Hillcrest me ayudó a construir muchos de los pilares de lo que soy hoy. Así que le di todo mi esfuerzo y trabajé duro, sabiendo que el resultado llegaría. ¡Y así fue!”.
Al ir a Harvard, donde estudiará informática, Andrea piensa seguir poniendo en práctica esa lección en su carrera. Su objetivo es desarrollar algún día un software que pueda ayudar a mejorar la educación primero en Camerún y luego en otros países de África.
“Uno de mis planes siempre ha sido ayudar a transformar la educación de alguna manera porque, en mi país, solo los ricos pueden aspirar a tener una educación superior”, dice Andrea. “Con la informática, si tienes una idea, puedes escribir el código y hacerla realidad usando tu creatividad y tu lógica”.